Teoría de las expectativas racionales

Definición

La teoría de las expectativas racionales es una hipótesis de la ciencia económica que establece que las predicciones sobre el valor futuro de variables económicamente relevantes hechas por los agentes no son sistemáticamente erróneas y que los errores son aleatorios. Una formulación alternativa es que las expectativas racionales son “expectativas modelo-consistentes”, es decir que, en un modelo, los agentes asumen que las predicciones de éste son válidas.

La hipótesis de las expectativas racionales es usada en muchos modelos macroeconómicos contemporáneos, en teoría de juegos y en aplicaciones de la teoría de la elección racional.

La teoría se basa en las condiciones de los tipos de interés al contado y tipos de interés a futuro corto, pero pueden ampliarse fácilmente a rendimientos de cupón.

Esta forma de modelar las expectativas fue originalmente propuesta por John F. Muth en 1961 y se hizo popular cuando fue usada por Robert Lucas y otros. Modelar las expectativas es crucial en todos los modelos que estudian cómo un gran número de individuos, firmas y organizaciones realizan elecciones en situaciones de incertidumbre.

A modo de ejemplo, las negociaciones entre trabajadores y empresas estarán influidas por el nivel esperado de inflación y el valor de una acción dependerá del ingreso futuro esperado de dicha acción.

Implicación de la teoría

La teoría implica que no hay una prima creada sobre tipos de interés a largo plazo para reflejar un mayor nivel de riesgo de tipo de interés. Por lo tanto, la teoría es una teoría neutral al riesgo.

La típica pendiente ascendente para la curva de rentabilidad no puede, por lo tanto, explicarse mediante una prima de riesgo y debe explicarse mediante futuras tasas de inflación previstas, que se reflejan en los tipos de interés a plazo.

Validez de las expectativas

Se considera que, para que sean válidas las expectativas o preferencias dentro del análisis económico tradicional, éstas deben contar con algunas características:

Ser transitivas. Si decimos que preferimos B sobre A y C sobre B, si las expectativas son racionales, C será preferido sobre A.
Ser convexas. Si suponemos un conjunto de expectativas, estas deberán cumplir la característica de que si trazamos un línea recta entre dos elementos del conjunto de las expectativas, todos los puntos de la recta pertenecerán al conjunto mismo.
Ser continuas. El conjunto de preferencias no tiene intervalos vacíos.

El conjunto es acotado. Hay una frontera bien definida entre los puntos del conjunto y los puntos no pertenecientes al conjunto.
Si el conjunto de expectativas no cumple con estas condiciones, no se pueden calificar de racionales, ya que al momento de analizar las expectativas que no cumplan con estos criterios, generarían inconsistencias donde puede haber dos puntos igualmente preferidos o que se manifestara una preferencia aberrante dentro del análisis racional.

Confrontación teórica

Durante el siglo XX, se dieron por lo cuatro grandes movimientos preferenciales del pensamiento económico de mercado:

Keynesianismo, esbozado en la afamada obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” en 1936 por John Maynard Keynes, economista inglés de entreguerras, gran propulsor del mecanismo de la demanda para promover crecimiento económico.
Monetarismo, liderado por los múltiples trabajos divulgativos y de asesoría gubernamental del economista norteamericano Milton Friedman, mentor de tres décadas de las cátedras de Economía de la Universidad de Chicago, de gran influencia para el neoliberalismo.
Escuela Austríaca, liderada por Ludwig von Mises y Friedrich August von Hayek. Este último ha recibido el premio Nobel de Economía de 1974 por sus aportes al campo monetario y de los ciclos económicos.
Teoría de las Expectativas racionales, propuesta por John F. Muth y desarrollada por Robert Lucas (del mismo recinto de Chicago), junto con Thomas J. Sargent, de Minnesota y Stanford, la cual señaló los nortes de muchas de las explicaciones macroeconómicas de los años setenta y ochentas, basadas en la percepción a futuro por los agentes económicos.

El supuesto en el que se base este modelo es que los ciudadanos aprenden de sus propios errores. Las predicciones del público pueden ser erradas, pero sus errores no son sistemáticos sino aleatorios.

El efecto práctico puede ser demoledor: por ejemplo si esperan un aumento de la inflación, los agentes económicos tenderán a ajustar los salarios y los precios de manera que se producirá un alza general de precios, por lo que la política económica debería generar expectativas que en vez de generar mayores presiones inflacionarias o deflacionarias, induzcan a la estabilidad.