Nociones preliminares de ética profesional

La vida humana

La vida no es solamente algo que se nos ha dado, es también lo que nosotros hacemos con ella. Viviendo dirigimos y modificamos nuestra vida. Tenemos que hacer nuestra vida con los demás. Y para «hacer mi vida», debo aceptar críticamente los elementos que se me dan; que no son sólo los necesarios para mantenerla a nivel biológico, sino, principalmente, los elementos necesarios para mantenerla a nivel humano, es decir: normas, juicios de comportamiento, de costumbres, de ideas y de valores. Ese es mi mundo, en el que yo me encuentro y en el que me debo realizar.

La aceptación de la vida implica la aceptación del mundo. Cada uno ha de realizarse en ese mundo que se le ha dado con la vida; y aunque sea un mundo que se le impone, debe aceptarlo críticamente. El tener que hacer nuestra propia vida es lo que nos urge a llevar a cabo una reflexión ética.

No podremos vivir en paz personal, familiar y social sin proponérnoslo y sin un esfuerzo. El hombre crece en humanidad cuando tiene el valor de esforzarse por crecer.

(García de Alba J. Manuel: Etica Profesional, Pág. 18)

Origen y fundación de la ética

Todos sabemos que una característica natural del hombre es la sociabilidad. Esta circunstancia exige que se regule la convivencia mediante normas basadas en la propia naturaleza humana y que se llaman normas morales.

Así como todos los hombres están dotados de una lógica natural que les permite utilizar su facultad intelectual, de igual manera poseen una ética natural, con la que pueden formular juicios morales y tomar decisiones. Esta ética se conoce como ética utens, para diferenciarla de la ética reflexiva o estudiada, a la cual se llama ética docens.

Así, la ética utens, siempre ha existido porque todos los hombres, desde el momento en que tienen uso de razón, forman juicios morales; lo cual hace suponer que hay en ellos ciertos conceptos de lo que es bueno y lo que es malo.

La ética docens no es natural, pues es el resultado de reflexiones posteriores. La historia reconoce a Sócrates como su fundador porque, en los Diálogos platónicos, este personaje propone y discute problemas como «qué es la justicia», «qué es el deber», «qué es la virtud», «por qué obligan las leyes», etc., los cuales son fundamentales en el terreno moral; es decir, son problemas éticos.

(Chávez Calderón, Pedro: Etica, Pág. 9-10)

La buena vida y cómo vivirla han de haber constituido desde siempre el tema de la especulación humana. En toda la diversidad de sus actos, el hombre ve que no conducirá al éxito una manera simplemente cualquiera de hacerlos, sino que hay una buena y una mala maneras. Hubo de ser muy pronto en la historia de la humanidad, cuando el hombre se dio cuenta de que esta pregunta podía formularse acerca de la vida en su conjunto, ¿hay una forma buena y una forma mala de vivir, de reunir todos estos actos en el transcurso de una vida? ¿Existe un tipo, un modelo, un ideal de la buena vida?, y en la afirmativa, ¿dónde podemos encontrarlo y cuán imperativa es la exigencia de seguirlo?

No poseemos registro alguno de semejantes especulaciones primitivas, pero encontramos, en los albores de la historia, que el hombre se había planteado ya estas preguntas y les había dado alguna forma de respuesta. En efecto, encontramos que existen ya y están incorporados a las costumbres de la tribu códices de costumbres más bien complicados. Se trata, en esto, de un conocimiento precientífico, sujeto a todos los errores y las vicisitudes del pensamiento no científico, pero es lo cierto, con todo, que, a partir del material sugerido por estos códigos primitivos de conducta, una inteligencia despierta podría elaborar una ciencia de la buena vida.

La transición del conocimiento no científico al conocimiento científico empezó, en nuestra cultura occidental, con los griegos. En el siglo VI a. de C. Habían reducido las especulaciones primitivas a una especie de orden o sistema y lo habían integrado en un cuerpo general de sabiduría llamado filosofía. Después de un periodo brillante de especulación sobre la estructura del universo, empezaron, en los días de los sofistas y de Sócrates, a dirigir su insaciable curiosidad hacia sí mismos, hacia la vida humana y la sociedad. Nada era demasiado sagrado para su indagación penetrante. En cuanto navegantes y colonizadores habían estado en contacto con diversos pueblos circundantes y había llamado su atención la diversidad de costumbres, leyes o instituciones imperantes.

Empezaron a preguntarse a sí mismos si, después de todo, las suyas eran realmente tan superiores y, de ser así, por qué. Con el tiempo su estudio llevó a un examen de toda la conducta humana, y esta parte de la filosofía la llamaron ética. La palabra ética proviene de éthos, esto es, la forma alargada de éthos. Ambas palabras significan costumbre, pero éthos indica un tipo más fijo de costumbres y se utiliza a menudo para designar el carácter del hombre. La palabra latina para costumbre es mos, y su plural, mores, es el equivalente del éthos griego. De mores derivamos las palabras moral y moralidad. La ética es llamada también filosofía moral. Por derivación de la palabra, pues, la ética es el estudio de las costumbres humanas. Algunas de éstas son meras convenciones, como las maneras de la mesa, los modos de vestir, las formas de lenguaje y la etiqueta. Se trata en esto de caprichos y corrientes que varían de una parte del mundo a otra y de un momento a otro, y nos damos cuenta de que podemos cambiarlos a voluntad. Son maneras, no moral. Pero hay otras costumbres, en cambio, que parecen más fundamentales, como la de decir la verdad, de pagar las deudas, de honrar a nuestros padres y de respetar las vidas y la propiedad ajenas.

Sentimos que semejante conducta es no sólo costumbre, sino también, tal como debe ser, y que apartarse de ella estaría mal; que resulta no de un capricho arbitrario, sino de un principio inherente al propio ser humano. Esta es la moral, y es únicamente de ésta que trata la ética. Así, pues, la ética es el estudio de lo que está bien y lo que está mal, de lo bueno y lo malo en la conducta humana.

(A. Fagothey: Etica, Teoría y Aplicación, Pág. 2)

¿Qué es la ética?

Etimológicamente la palabra ética se deriva de la palabra griega «ethos» que significa: costumbre, modo de proceder. Entendemos por ética la estructura fundamental que sustenta el estudio de las ideas y los actos morales, también el orden de la vida humana que nos hace ver, entender y vivir la realidad como elemento humanizador; y su campo de interés son las facultades que intervienen en la eticidad del hombre, así como el conjunto de criterios, principios, normas y valores propios del ser humano.

La ética se ocupa del modo de vivir humanamente; es la ciencia que estudia la acción del hombre en orden a su propia realización, en todos los campos y de modo integral; así como los efectos o consecuencias de la acción humana.

La ética da una respuesta a los problemas de fundamentación y sentido de la acción humana; por eso los problemas éticos son problemas humanos. Pero no le toca a la ética establecer las reglas efectivas de conducta. Eso es el tema de la moral: los «mores» o costumbres dominantes. Cada grupo humano tiene mores diferentes, condicionados por una gran cantidad de factores. Por eso la moral es relativa a cada sociedad, grupo o institución.

Toca a la Moral establecer el modo como una persona ha de actuar en determinadas circunstancias; lo que en la filosofía tomista exige la virtud de la prudencia. La ética es la reflexión sobre las razones que hacen válida una moral determinada; en este sentido es lo que justifica o fundamenta la moral y también el criterio para juzgarla. La ética es el intento racional para saber vivir humanamente y disponerse a lograrlo. Estudiamos la realidad humana para encontrar, criterios, principios y valores que nos permitan ser mejores y mejorar el mundo en el que vivimos. Estudiamos una ética fundada en la realidad del ser humano. De esa manera hacemos una ética objetiva, racional y razonable; válida para todos los hombres de cualquier lugar, cultura y tiempo. Son muchos los campos y facetas de la actividad humana, y, por lo mismo, son también muchas las partes en las que se puede especializar la ética. Etica de los negocios, de la economía, de la ingeniería, de la medicina, ética sexual, familiar, de la comunicación, etc.

Aquí se ofrecen criterios y principios que iluminen las áreas de la vida personal, social, económica y sobre todo profesional.

(García de Alba Juan Manuel: Etica Profesional, Págs. 19-20)

El término ética se deriva del griego éthos, que se ha empleado para designar varias cosas; las dos últimas designaciones han sido: «modo de ser de un individuo» y «costumbre obligatoria». De acuerdo con estos dos sentidos, la ética se puede definir como:

a) La ciencia que estudia las costumbres obligatorias, o sea, las normas.
b) La ciencia que estudia el modo de ser de los seres humanos. Existen otras definiciones que prescinden de la etimología, por ejemplo:
a) La ética es la ciencia que estudia la bondad y la maldad en la conducta humana.
b) La ética es la ciencia que estudia los valores morales.
c) La ética es la ciencia que estudia los actos humanos, dirigidos a un fin último.

Las tres definiciones son correctas porque la ética sí estudia lo que cada una afirma; sin embargo, son falsas si se tiene en cuenta que, en sentido estricto, la ética analiza también otros problemas fundamentales.

(Chávez Calderón, Pedro: Etica, Pág. 9)

La moralidad es la calidad de los actos humanos en cuya virtud los designamos como buenos o malos, como acertados o erróneos. Se trata de un término común relativo a la bondad o la maldad de un acto humano, sin especificar a cuál de los dos se refiera. El opuesto de lo moral es propiamente lo no moral, términos que indican que el acto no tiene significado moral en absoluto que simplemente no se refiere a la moral. La palabra amoral se utiliza también en este sentido, pero se aplica con mayor frecuencia a personas faltas de un sentido de responsabilidad moral. Puesto que la palabra inmoral significado moralmente malo, indica un acto que posee una calidad moral definida (un acto malo). Si se lo opone claramente a lo inmoral, el término moral significa moralmente bueno. Así, pues, moral e inmoral son contradictorios, porque toda cosa tiene o no tiene alguna referencia con la moral; moral e inmoral son contrarios, por cuanto marcan los extremos del bien y del mal en el campo de la moral, excluyendo lo moralmente neutro o insignificante.

Al juzgar la moralidad de un acto humano podemos tomar en cuenta las peculiaridades subjetivas del agente y considerar el acto como condicionado por su conocimiento y su consentimiento, por sus antecedentes, su preparación, sus prejuicios, su estabilidad emocional y otros rasgos personales. Preguntamos si dicha persona individual obró bien o mal en el caso particular fue bueno o malo para él. La moralidad considerada en esta forma es una moralidad subjetiva, y está condicionada por el hecho de que el acto concuerde con la conciencia propia del agente o discrepe de ella.

Pero podemos también hacer caso omiso de dichas condiciones abstractas, las que, aunque siempre presentes en todo acto individual, sólo pueden ser conocidas directamente por la conciencia personal del actor. Podemos considerar simplemente la clase de acto realizado y las circunstancias externas manifiestas para todo observador. No preguntamos si dicho individuo está dispensado o no de responsabilidad por el acto, a causa de su ignorancia, de su pasión o de cualquier otro modificador de la responsabilidad, sino sí una persona normal cualquiera en plena posesión de sus facultades, está autorizada o no a querer deliberadamente aquella clase de acto. Estamos juzgando el carácter objetivo del acto realizado, y no el estado subjetivo del actor. La moralidad considerada en esta forma es moralidad objetiva.

Si preguntamos, «¿es el asesinato malo?» «¿Es la sinceridad buena?» Estamos preguntando por la moralidad objetiva. Pero si preguntamos, «¿se dio este individuo perfectamente cuenta de lo que hacía al matar a aquel hombre?» «¿Se proponía aquel individuo decir la verdad cuando soltó aquella observación?» Estamos preguntando por la moralidad subjetiva.

La moralidad en su integridad incluye los aspectos tanto subjetivo como objetivo. No tiene caso preguntar cuál sea más importante. En efecto, a menos que los actos posean una bondad o maldad propias, con las que el juicio de la conciencia debería estar de acuerdo, el juicio de cualquiera es tan bueno como el de cualquier otro, y la ética se convierte en una mera relación de opiniones. La ética en cuanto estudio pone el acento en la moralidad objetiva.

Pero es el caso que cada uno ha de vivir su propia vida, ha de rendir cuentas de sus actos tales como lo vio; y se le tiene como bueno o como malo según su sinceridad en cuanto a seguir su conciencia, inclusive si sus juicios morales fueron objetivamente erróneos. En este sentido la moralidad subjetiva es principal.

(Fagothey, A.: ETICA, Teoría y Aplicación, Págs. 36-37)

Objetivo de la ética

La reflexión ética se lleva a cabo para avanzar personalmente y ayudar a los demás a ser plenamente humanos; esto se logra mediante la toma de conciencia de los principios de acción del hombre, de sus medios, de sus finalidades. El fin de la ética es ayudar a la persona a descubrir su realización y su bien en el contexto y el compromiso con el bien común.

Con el estudio de la ética tratamos de orientarnos como personas en orden a los valores y al bien. Este estudio nos ayuda a ser más libres, más solidarios, más veraces, más auténticos; nos ayuda a descubrir lo que verdaderamente queremos; a orientar nuestras vidas según nuestras propias decisiones, a hacer nuestros los valores que hacen más humanos a los hombres. La tarea de la ética no es solamente tematizar un conjunto de contenidos, sino la de humanizar al hombre.

La vocación de ser humano entraña un doble fin: personal y social, porque se ha de dar dentro de la sociedad, y porque los demás también tienen esa misma vocación, y cada quien la tiene en correlación con todos. Personal, porque el hombre ha de esforzarse por lograr su propio fin, y la plenitud de su realización, porque no hay ningún otro valor al cual el imperativo de ser plenamente humano pueda subordinarse.

Las plantas y los animales viven o mueren, pero ni se «des-plantan» ni se «des-animalizan». El hombre, además de vivir o morir, puede vivir humana o inhumanamente. Ser inhumano es una posibilidad del hombre, y por eso vivir humanamente no es algo que el hombre tenga adquirido o garantizado de una vez por todas, sino que es una tarea de cada día. Sólo el hombre es capaz de decidir, y de decidir su realización. Por ello la ética tiene la más grande responsabilidad. La de «ayudar» al hombre a humanizarse. Debe ser también la más dispuesta a dialogar con la cultura, la sociedad, la economía, la política y todas las ciencias.

Aunque son muchas las circunstancias y los condicionamientos que influyen en nosotros como personas, sin embargo, el último responsable de nuestro ser y de nuestro modo de ser somos nosotros mismos. Por eso la ética ayuda ofreciendo elementos, conocimientos, motivaciones para decidir nuestra propia manera de ser. Estudiamos la ética tanto para formarnos la mejor idea de nosotros mismos y de nuestra relación con los demás, como para realizar esa idea que nos vamos formando. Para esto es necesario adquirir:

  • un conjunto de conocimientos
  • orden y sistematización
  • justificación y valoración personal
  • apropiación de valores
  • práctica y gusto por actuar adecuadamente
  • convalidar nuestros valores con las formas de proceder y los valores de los demás.

La función primaria de la ética no se centra en las acciones concretas, sino en un objetivo más básico: dar una orientación estable, encontrar el camino que lleva hacia una meta, crear un estilo y una manera de vivir coherente con un proyecto. Lo ético comprende las disposiciones del hombre ante la vida, su carácter y su forma de proceder. La vida ética es un todo organizado, cuyo principio y centro es la persona.

(García de Alba, Juan Manuel, Etica Profesional, Págs. 21-23)

Ética y moral

El campo de estudio de la ética es el de la moral, entendido como el conjunto de las normas y de los actos de conducta conscientes y libres. La ética, al investigar este campo, se propone estudiar sus problemas fundamentales. Estos se llaman problemas éticos y son el objeto formal de la ética.

No debemos confundir los problemas morales con los éticos. Los primeros se presentan cuando es discutible la aplicación correcta de una norma moral y son individuales, en cuanto que no es posible emitir el mismo juicio moral sobre dos casos que aparentan ser iguales.

Ejemplos de esto son los siguientes:
a) ¿Es reprobable la conducta de un joven que roba a su amigo (rico) una cantidad de dinero que necesita con urgencia?
b) ¿Debe un hijo respetar a su padre que está incapacitado para mantenerlo?
c) ¿Debe un hijo respetar a su padre cuando esto lo insulta?

Los problemas éticos son filosóficos; es decir, tienen que ser fundamentales en el campo moral y, por lo mismo, son universales dentro de ese campo. Por ejemplo, ¿cuál es la esencia de la moralidad?, es un problema fundamental y universal en el terreno moral.

(Chávez Calderón, Pedro: Etica, Pág. 8 )

Ética y educación

La buena conducta no es un conjunto de reglas, ni es un camino determinado. Es algo que hay que aprender. El hombre tiene que aprender a conducirse, y así aprender a vivir. El aprendizaje no es algo espontáneo. Por eso necesita ex-traer de su propio ser sus mejores posibilidades: necesita educarse. La educación consiste en aprender a vivir conduciéndose a sí mismo.

La educación no es, ni debe ser, una estructura que se añada, sino la extracción de lo mejor que hay en cada sujeto. Una educación ideal debe dar con los valores de cada persona y propiciar su desarrollo.

Desde el punto de vista biológico, podemos considerar la educación como el modo en que el hombre puede superar sus limitaciones orgánicas e instintivas. Esto acontece cuando transforma el mundo con su actividad en algo que sirve a la vida. Así aprende a protegerse contra las inclemencias, a preocuparse por alimentar a sus hijos, a trabajar en función de intereses que trascienden el orden de sus necesidades inmediatas, a percibir y crear obras útiles y bellas. En una palabra, aprende a transformar el mundo, a hacer cultura. La cultura es obra de la educación y la educación se da en una cultura.

En el contexto de su cultura el hombre descubre el sentido de su ser personal y el de los demás. La familia, la relación de negocios, la amistad y el amor, son formas en que nos construimos a nosotros mismos de frente a los demás y entre ellos. Sobre la base de este encuentro, la educación puede y debe desarrollar en nosotros otras cualidades y aptitudes que favorezcan nuestra realización, nos integren a la vida social y hagan brotar en nosotros el deseo y las aptitudes para servir al bien común.

La educación también es capacitación para la vida, para la convivencia social, y para encontrar una forma de ser útiles a los demás. Ha de ayudar a la persona a encontrar su lugar y su quehacer en el mundo.

(García de Alba, Juan Manuel: Etica Profesional, Págs. 222-223)

La filosofía se ha esforzado (de distintas maneras y con éxito desigual) por establecer lo que se ha llamado «El Estatuto Ontológico del Hombre»: precisando los fines, los atributos y los límites de la naturaleza humana. Aunque es evidente (y demasiado olvidado) que la responsabilidad en educación moral descansa directa y básicamente sobre la familia y la comunidad religiosa a que ella pertenece; y aunque se afirme (y hay que admitirlo) «que la responsabilidad básica y directa de la Escuela no es moral, sino de naturaleza intelectual», o sea responsabilidad por el desarrollo normal de la inteligencia de los estudiantes y adquisición de conocimiento articulado y suficientemente universal (Maritain), sería absurdo pensar que una escuela renunciara a semejantes preocupaciones y se limitara exclusivamente a la enseñanza científica.

Tal vez sea más exacto, por lo tanto, afirmar: que la familia tiene la responsabilidad natural de la educación moral. Natural:

a) Porque opera espontáneamente
b) Porque opera sobre un individuo que ella misma engendra
c) Porque está estupendamente dotada para influir sobre los conocimientos, afectos y tendencias del individuo desde la más remota evolución vital, cuando necesita de la familia para su normalidad psicofisiológica.

La universidad tiene la responsabilidad social de la educación moral. Social:

a) Porque es un organismo integrado por una selección intelectual cuyo compromiso es con la Colectividad directamente, o indirectamente a través del Estado.
b) El alumnado está constituido por una selección y representación privilegiada (de hecho, no de derecho) de todos los sectores sociales.
c) Por disponer, como organismo de Enseñanza Superior de los dos medios más eficientes de influencia psicológica y social: la Organización y la Cultura.

Sobre todo la universidad tiene que sentir, por encima de cualquier divergencia ideológica, la importancia esencial del impacto que ejerce permanentemente el intelecto sobre la salud de la voluntad, y la responsabilidad de una tarea moral básica que cumplir.

Esta tarea tal vez se puede reducir al establecimiento y defensa de los fundamentos intelectuales de la vida moral, y al desarrollo del sentido de aquellas realidades que son espirituales por naturaleza, como la verdad y la belleza. Nosotros creemos que se puede hacer bastante más; o, al menos, que se debe intentar hacer algo más.

Pero, advierte Maritain, (quien ciertamente no es un universitario improvisado): «Esta tarea moral de la educación se está convirtiendo hoy en más y más importante: ya que el hombre está confrontando con filosofías materialistas o positivistas que relativizan completamente los patrones morales, y con la mentalidad dirigida por terceros o mentalidad de borregos que nuestra civilización industrial o tecnológica tiende a desarrollar. Si una conformación mental semejante (para la cual la única cosa esencial es ajustarse al medio ambiente) dominara, la moralidad humana descendería hasta elegir conscientemente como patrón ético el comportamiento promedio descrito en el «Kinsey Report», y olvidaríamos que no puede haber sociedad de hombres libres sin el fermento de las conciencias personales, que no se ajusten a lo que las rodean, sino que resisten al medio ambiente y prefieren obedecer la ley de Dios antes que la ley de los hombres».

(Menéndez, Aquiles: Etica Profesional, Págs. 3-4)

La ética y su relación con otras ciencias

La ética aparte de su relación con las demás ramas de la filosofía, de la que forma parte, la ética se relaciona también con otras ciencias sociales y humanas. Todas ellas tienen la misma amplia materia de estudio. Pero la ética se distingue de ellas por su punto de vista específico.

La antropología y la ética se ocupan las dos de las costumbres humanas en diversos niveles de cultura y civilización. La antropología estudia el origen y el desarrollo de las costumbres humanas, pero sin formular juicio alguno acerca de su carácter moral o inmoral, en tanto que este carácter, en cambio, es lo único que interesa a la ética. La antropología atestigua la existencia de nociones morales, por extrañas que sean, entre las tribus primitivas, en tanto que la ética toma de la antropología dichos datos, pero para criticar, por su parte, el valor moral de dichos conceptos y costumbres.

La psicología y la ética se ocupan ambas de la conducta humana, esto es, de las capacidades y los actos del hombre. Pero la psicología estudia de qué modo se comporta realmente el hombre, en tanto que la ética examina cómo debiera comportarse. Sanidad y santidad, una personalidad bien ajustada y un carácter moralmente bueno son, pese a una relación incidental entre ellos, cosas totalmente distintas, y así lo son también sus opuestos, la locura y el pecado, esto es, la excentricidad psíquica y la depravación moral. Aquello que motiva al individuo para un hecho, bueno o malo, es distinto del carácter bueno o malo del hecho mismo. La ética depende de la psicología para mucha información acerca de cómo trabaja la mente humana, pero pasa siempre de cómo el individuo actúa o cómo debería actuar.

La sociología, la economía, y la ciencia política estudian la vida social del individuo, y así lo hace también la ética. Pero subsiste, con todo, la misma diferencia de los puntos de vista.

En efecto, estas tres ciencias se ocupan de las instituciones sociales, económicas y políticas del hombre tal como son, de lo que son y de cómo funcionan, en tanto que la ética averigua lo que deberían ser, en términos de los derechos y los deberes humanos. Una línea firme y rígida entre estas tres ciencias y entre ellas y la ética haría los cuatro estudios impracticables.

El empeño por remediar los males sociales, económicos y políticos de la humanidad implica una aplicación de la ética a dichos tres campos. Semejante combinación se designa a menudo como filosofía social, económica o política. Pero la ética, en cuanto ética precisamente, conserva siempre su punto de vista específico: el deber.

El estudio del derecho se relaciona estrechamente con la ética. Sin embargo, aunque ambos se ocupan de lo que debe ser, el derecho civil y la ley moral no siempre se corresponden exactamente. En efecto, el estudio del derecho civil se ocupa únicamente de los actos externos y de la legalidad positiva, en tanto que la ética se ocupa de los actos internos de la voluntad y del tribunal de la conciencia. Hay una diferencia entre crimen y pecado, inmunidad legal y valor moral respectabilidad externa y verdadera virtud del alma.

Una mezcla de la ética y el derecho civil en un campo más amplio nos da la filosofía del derecho, esto es, el estudio de cómo deberían elaborarse e interpretarse las leyes, estudio que algunos autores llaman jurisprudencia.

(A. Fagothey: Etica, Teoría y Aplicación, Pág. 3)

La relación principal entre ética y ciencias del hombre consiste en que la primera aprovecha las investigaciones de las segundas para entender mejor la materia que estudia, a saber, los actos humanos y, con este apoyo, pretende solucionar mejor los problemas que le interesan, como: la libertad, la obligatoriedad, la responsabilidad, etc.
(Chávez Calderón, Pedro: Etica, Pág. 10)

La ética como ciencia y como arte

Se ha expresado el punto de vista de que la ética podrá constituir un estudio interesante, pero que nunca sería en cambio, una ciencia. Y es que el mundo científico se encuentra todavía en gran parte bajo el hechizo de aquel modo de pensar del siglo XIX iniciado por Augusto Comte y conocido como positivismo, que elimina toda metafísica de la filosofía y restringe el conocimiento científico a hechos y relaciones entre hechos. Según este punto de vista, el método científico es un método de medición matemática exacta, en tanto que virtud y el vicio nunca pueden medirse en esta forma; la ciencia procede mediante predicciones basadas en hipótesis y seguidas de verificación experimental, en tanto que la conducta humana, sobre todo si se la considera como libre, es demasiado imprevisible; la ciencia se ocupa de los hechos y de las leyes que los rigen, en tanto que la ética sólo se ocupa de opiniones y de lo que debería ser pero nunca es, totalmente; la ciencia se dedica al empeño obstinado de arrancarle a la naturaleza sus secretos, en tanto que la ética se pierde en la busca nebulosa de ideales y aspiraciones que siempre nos llaman, pero siempre se nos escapan.

La dificultad es semántica, en parte, y depende de la definición que formulemos de la ciencia. En efecto, si se define la ciencia de modo que sólo se aplique a las ciencias físicas y experimentales, entonces la ética no será una ciencia. Aristóteles tenía alguna intuición de esta ambiguedad cuando advirtió que la ética no podía ser una ciencia exacta y que no debemos buscar en ella más precisión que la que la materia admite. Pero aunque no sea una ciencia exacta, la ética puede designarse como ciencia, con todo, en el sentido amplio y filosófico del término. La palabra ciencia, en el sentido de cualquier cuerpo de conocimientos sistematizados, sigue siendo de uso corriente y no cabe duda que la ética es esto.

La definición de la ciencia como el conocimiento cierto de las cosas en sus causas es tradicional entre los filósofos, y la ética satisface a esta definición en grado eminente, porque estudia el objeto o la causa final de la vida humana, los principios y las leyes que rigen el uso de los medios para dicho fin y, al igual que toda otra ciencia, trata de establecer sus conclusiones con precisión demostrativa. Al igual que toda otra ciencia, incluida la física, la ética tendrá sus puntos de vista discutidos, pero se mostrará que estos giran alrededor de un núcleo sólido de verdades establecidas. Y no es legítimo que un grupo de científicos excluya de consideración la materia de estudio legítimo de otra ciencia; se necesita, en efecto, la ciencia de lo que debe ser es en sí mismo un hecho que exige explicación, con exactamente tanta insistencia como el universo físico.

Pero, ¿no es acaso la ciencia un arte, el arte de vivir bien, más bien que una ciencia? Es ambas cosas. En cuanto ciencia, descubre, explica y demuestra las reglas de la conducta apropiada. Y en cuanto arte aplica estas reglas en un sentido muy amplio del término, a la conducta del individuo y se traduce en la buena vida realmente vivida. Una buena vida es, efectivamente una obra de arte. Pero es obvio, con todo que el arte de la ética ha de ser practicado por cada persona ella misma, en cuanto forjadora de su destino y escultora de su alma, ya que, en cuanto materia enseñada y aprendida, la ética sólo puede proporcionarle los principios con lo que se sitúa en la categoría de las ciencias.

Las ciencias son o teóricas o prácticas; son teóricas, si su objeto está en la mera contemplación de la verdad, y prácticas si se orientan también hacia la acción. Puesto que la ética tiene por objeto capacitar al individuo para actuar y vivir como es debido, es una ciencia práctica, que se sitúa en algún punto entre una ciencia puramente teórica y su arte correspondiente.

(A. Fagothey: Etica, Teoría y Aplicación, Págs. 3-4)